Esperemos que todo el mundo entienda lo que implicaría una disolución si se produjera ahora, y en particular, por supuesto, Emmanuel Macron. Con las profundas divisiones en el seno del antiguo Nuevo Frente Popular, en el estado de avanzada descomposición en el que ha caído el macronismo, con la imposibilidad de renovar la dinámica del frente republicano dado el juego turbulento jugado por el “bloque central” con los Republicanos y la Agrupación Nacional durante un año, esta vez tendríamos muy pocas posibilidades de escapar a una mayoría absoluta de diputados RN con el método de votación actual.
En el contexto creado por la reelección de Donald Trump, esto no sería hacer que la extrema derecha fuera respetable y limpia, como muchos habían acabado creyendo un poco ingenuamente en los últimos años. Se trataría, como en Estados Unidos, de utilizar todas las posibilidades ofrecidas al ejecutivo –y hay muchas en el marco de la Quinta República– para llevar a cabo un cambio de régimen irreversible en unos meses. En cuanto a Emmanuel Macron, hoy está totalmente desacreditado y ciertamente no sería lo suficientemente fuerte como para oponerse a un gobierno RN, suponiendo que realmente quisiera obstaculizar sus iniciativas xenófobas y liberticidas, lo que estaría por verse dadas las políticas que él mismo ha liderado en los últimos años.
Disolverse hoy sería criminal
La disolución de la Asamblea Nacional ya fue el año pasado una iniciativa particularmente estúpida y peligrosa. Volver a hacerlo hoy ya no sería simplemente estúpido sino francamente criminal. Su efecto sería probablemente catastrófico para el futuro de la democracia y de las libertades públicas en Francia, pero también sería igualmente catastrófico para Europa, a la que arrastraríamos irreparablemente al abismo, en el momento en que su futuro dependerá de su capacidad para hacerse cargo de oponerse tanto a Donald Trump como a Vladimir Putin, los dos ídolos de la RN.
En resumen, cualesquiera que sean los agravios y frustraciones hacia uno u otro, es realmente necesario que todos, cada líder y cada grupo político democrático, hagan todo lo posible para poder evitar una disolución ahora. Esto implica, por tanto, encontrar un acuerdo mínimo entre la izquierda y el “bloque central” para que un gobierno “técnico” pueda gestionar el país durante el próximo año y medio antes de que se devuelva la palabra a los votantes en 2027. Paradójicamente, una de las únicas ventajas de la situación catastrófica en la que ha sumido al país la dimisión de Sébastien Lecornu es la explosión de la “base común” y el fin de la alianza. perjudicial entre LR y los macronistas tras la locura de Bruno Retailleau. Lo que a su vez debería facilitar las negociaciones esenciales entre el “bloque central” y la izquierda.
Aumentar los ingresos para reducir el déficit
Se trata, en primer lugar, de acordar una trayectoria presupuestaria más realista que la prevista por François Bayrou para los próximos dos años. Debería centrarse como prioridad no en reducir el gasto sino en aumentar los ingresos para reducir el déficit público. Y, por supuesto, este aumento de los ingresos debería beneficiar principalmente a los más ricos, que se han beneficiado enormemente de la generosidad de los gobiernos de Emmanuel Macron durante ocho años. Esto es absolutamente esencial si queremos poder reducir el déficit, reforzar la defensa del país y mantener el rumbo de la transición energética, cumplir los compromisos de Francia y no degradar aún más los servicios públicos de salud y educación, etc.
Entonces será necesario acordar un número muy limitado de proyectos que se llevarán a cabo de aquí a 2027. Entre ellos, dos parecen ser prioridades absolutas. En primer lugar, una reforma de los medios de comunicación que permita por fin luchar eficazmente contra su concentración en manos de multimillonarios y que proteja la independencia de las redacciones. Y luego, la introducción del voto proporcional en las elecciones legislativas, para que cada voto cuente, para que los electores finalmente puedan votar “a favor” y no sólo “en contra”, para despresidencializar la Quinta República y para no dar más poderes a fuerzas que siguen siendo minoritarias en el país.
La lógica partidista, las disputas de egos, la perspectiva de las elecciones presidenciales y la larga tradición de confrontación entre bloques en la política francesa no apuntan en esta dirección. Pero en la situación excepcionalmente grave que vive el país y ante el peligro mortal de una victoria de la extrema derecha que lo amenaza, es esencial que todos, tanto en la izquierda como en el “bloque central”, se encarguen de concluir ese pacto transitorio de “no censura”.
EXPRESO ORGÁNICO
Guillaume Duvalcopresidente del club comunal Maison y ex editor jefe de “Alternativas económicas”, fue escritor de discursos por Josep Borrell, ex Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión.
Este artículo es una columna, escrita por un autor ajeno al periódico y cuyo punto de vista no compromete a la redacción.