La justicia fiscal está en boca de todos en nuestro país. Todos los miembros de las clases medias ahora entienden que pagan impuestos que los más ricos no pagan.
Sin embargo, el examen de la primera parte del presupuesto dedicada a los ingresos mostró que en el hemiciclo se estaba formando una coalición que iba desde la extrema derecha hasta el bloque central para derrotar las enmiendas que llevaban esta exigencia de justicia.
Por tanto, el camino hacia un presupuesto republicano de compromiso parece estar cerrándose. Sin embargo, hay un ámbito en el que parece posible llegar a un punto de contacto: el de la fiscalidad de las grandes herencias.
Incluso en las filas de la macronieta, e incluso en palabras del presidente de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, se entiende que nuestra sociedad está en proceso de transformarse y consolidarse en una “sociedad de herederos”. Una sociedad en la que la herencia cuenta infinitamente más que el trabajo para acceder a las posiciones financieras más altas. Una sociedad donde el mérito republicano ha dado paso a las dinastías patrimoniales. Una sociedad que nunca pone a cero los contadores y que cada día se parece un poco más a la sociedad ordenada del Antiguo Régimen que creíamos sumergida. Una sociedad donde los herederos ricos despilfarran los imperios industriales que heredan sin poder gestionarlos.
Todo esto no es ficción, ya es nuestra realidad. Hoy en día, la riqueza heredada representa el 60% de la riqueza total, frente al 35% de media a principios de los años setenta. Y esta riqueza heredada está muy concentrada a nivel de las grandes herencias: mientras que dentro de una generación la mitad de los individuos habrá heredado menos de 70.000 euros a lo largo de su vida, esta cantidad alcanza los 4 millones de euros para el 1% más rico, y los 13 millones de euros para el 0,1% más rico.
“Gran transmisión”
Es esta Francia de gran herencia a la que debemos recurrir hoy. Esto parece tanto más necesario cuanto que en los próximos quince años el país experimentará la mayor transferencia de riqueza de su historia. Esta “gran transmisión”, ligada a la progresiva desaparición de la generación del baby boom, debería afectar a más de 9 billones de euros. Entre 2025 y 2040, se transmitirá en promedio cada año el equivalente al 20% del PIB. Si dejamos que las cosas sigan su curso, la desigualdad se transmitirá como un legado.
Por eso proponemos un impuesto sobre las grandes herencias. Consiste en la creación de un tipo marginal del 50 % para las transferencias superiores a 3 millones de euros, la transformación del pacto de Dutreil sobre las transmisiones de empresas, cuya ineficiencia y su coste exorbitante acaba de señalar el Tribunal de Cuentas, y la fiscalidad de las plusvalías no realizadas en el caso de las grandes transferencias.
Proponemos que el rendimiento de dicho impuesto – entre 10 y 15 mil millones de euros según la fórmula elegida – se destine, en parte, a la reducción de las cotizaciones sociales sobre los bienes y, en particular, de la CSG para restablecer el poder adquisitivo de quienes sólo pueden confiar en su trabajo y, en parte, se destine a contribuir a la reducción de los déficits y, por tanto, en beneficio de las generaciones futuras, limitando la deuda de nuestro país.
Se trata, en definitiva, de una triple emergencia a la que responde nuestra medida: la de tener un presupuesto para el país, la de que el trabajo vuelva a ser rentable y la de frenar la transformación de nuestra democracia en una “heritocracia”.
Apostemos a que existe una mayoría de parlamentarios para liderar estas batallas esenciales.
BIOS EXPRESA
Alexandre Ouizille, senador del PS por Oise, es el autor del informe de la Fundación Jean-Jaurès “Frente a la “gran transmisión”, el impuesto a las grandes herencias” (2024). Thierry Cozic, senador del PS por Sarthe, es vicepresidente de la Comisión de Finanzas del Senado.
Los senadores socialistas Thierry Cozic y Alexandre Ouizille. MONTAGE-JACQUES WITT/SIPA-PHILEMON HENRY/SIPA
Este artículo es una columna, escrita por un autor ajeno al periódico y cuyo punto de vista no compromete a la redacción.