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Tres cuartos de los franceses consideran que pagan demasiado impuestos. Pero las mismas personas siempre quieren más servicios públicos. Para resolver esta contradicción, sería necesario “dar a conocer mejor lo que cada euro del impuesto financiero” defiende el sentido de servicio público.
Este artículo es un foro, escrito por un autor fuera del periódico y cuyo punto de vista no involucra al personal editorial.
Con respecto a los servicios públicos, hay una paradoja francesa: una opresión constante entre dos posturas aparentemente contradictorias. Por un lado, el del contribuyente, a menudo severo con respecto a los impuestos. Por otro lado, el del usuario, con frecuencia satisfecho, incluso reconociendo, hacia los servicios que recibe. Esta doble mirada, entre la desconfianza fiscal y el apego a los servicios públicos, revela una profunda ambivalencia en el informe de los franceses a su estado y se basa en una tradición en la que el estado se percibe como un opresor fiscal y un protector social.
Como contribuyentes, los franceses expresan insatisfacción persistente con los gravámenes obligatorios. Según una encuesta de Odoxa para “desafíos” publicados en 2024, el 64 % cree que el nivel de impuestos es demasiado alto. Un estudio de la junta de dibujos obligatorios, también realizado en 2024, va más allá: el 75 % considera que la presión fiscal excesiva y el 67 % consideran que el dinero público es poco utilizado.
Esta mirada se suaviza cuando va de la postura del contribuyente a la del usuario. El Barómetro 2025 de Servicios Públicos, publicado por el Ministerio del Servicio Público, dio a cuenta la alta satisfacción: el 69 % de los franceses dicen que están satisfechos con sus relaciones recientes con los servicios públicos. Las tasas alcanzan el 81 % para la escuela, el 80 % para el hospital público y el 78 % para la gendarmería. Mejor aún, el 91 % de los usuarios dicen que han sido bienvenidos, escuchados y tratados con respeto.
Estos datos ilustran una contradicción sorprendente: los servicios públicos generalmente se juzgan bien cuando tienen experiencia en el concreto, pero ampliamente criticado cuando se cree en abstracto.
La encuesta de Opinionway para el sentido del servicio público y la Fundación Jean-Jaurès de febrero de 2025 confirma esta tensión. El 74 % de los franceses dicen que tienen fácil acceso a los servicios públicos, pero el 61 % expresa dudas sobre su calidad general. Este contraste refleja un apego sólido a los servicios públicos (especialmente en educación, salud y seguridad), pero también una expectativa de simplificación, apoyo humano y proximidad.
Esta paradoja se explica en gran medida por una ignorancia del funcionamiento real del gasto público. Según el Barómetro de muestreo 2023 del Tribunal de Auditores, 6 de cada 10 franceses reciben más del Estado de lo que pagan en impuestos y contribuciones sociales. Esta redistribución implica beneficios sociales (pensiones, asignaciones, atención), pero también a través de servicios públicos en especie (educación, seguridad, salud), cuyo costo es invisible para el usuario en el momento de su uso.
El impacto de esta redistribución es masivo. Según Insee, los servicios públicos juegan un papel decisivo en la reducción de las desigualdades: la relación entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre va de 24 a 3.8 después de una redistribución prolongada. Más de la mitad de esta reducción se explica por los propios servicios públicos y sus servicios en especie, frente a la ayuda monetaria.
Sin embargo, esta realidad redistributiva es ampliamente ignorada. Los servicios públicos no proporcionan facturas o informes. Se perciben como provienen de sí mismos, porque son libres, anónimos, difusos. Este déficit de visibilidad contribuye a la sensación de injusticia fiscal: el ciudadano ve lo que paga, rara vez lo que recibe.
Esta ambivalencia también es simbólica. Los “impuestos” se refieren a una abstracción tecnocrática, fría y restrictiva. Los servicios públicos están incorporados por caras, gestos, palabras. Criticamos “la administración”, pero agradecemos a la enfermera, admiramos al profesor, saludamos al policía.
Esta tensión se mantiene mediante discursos políticos ambiguos, que oscilan entre los elogios del modelo social francés y la denuncia de su pesadez, sus costos y su número de funcionarios públicos.
No se trata de borrar esta ambivalencia, sino de asumirla como una característica constitutiva del vínculo entre los franceses y su república social. Pero para que este enlace recupere su coherencia, es necesario dar a conocer mejor lo que cada euro de finanzas fiscales, para valorar mejor los rendimientos concretos del modelo redistributivo y, sobre todo, recuerde que el ciudadano no es un contribuyente o un usuario: ambos son al mismo tiempo.