La ola de calor que golpea a Francia y Europa a principios de julio de 2025, con temperaturas récord registradas el 1 de julio, impone una verdad brutal: la habitabilidad de nuestros territorios está ahora en juego. Salud pública, alimentos, infraestructura, energía, suministro de agua: todo se vacila bajo el efecto de los choques ecológicos cada vez más intensos y temprano.
Al mismo tiempo, la planificación de los resurgentes en los discursos políticos, pero principalmente en torno a temas de defensa. Esta reactivación es legítima. Pero sigue siendo incompleto. Es hora de reconocer que la planificación ecológica también es un tema estratégico. Mantener territorios vivos, asegurar recursos esenciales, proteger las poblaciones: esto supone una acción planificada, coordinada y prevista en varias escalas. Tres cuidadores pueden dibujar los contornos de la planificación ecológica y territorial: resiliencia, autonomía, coordinación.
Amenazas de escasez de alimentos
Primero, para construir una Europa soberana, la resiliencia frente a los choques ambientales es esencial, las discapacidades de adaptación que constituyen vulnerabilidades utilizables. Se anuncian miles de millones para defensa. ¿Dónde están los de resiliencia ecológica? Por ejemplo, la intensificación de las ondas de calor cuestiona directamente las capacidades esenciales, como fue el caso del sector de la producción de alimentos en España en el verano de 2023. Estas tensiones afectan fuertemente los sistemas productivos y los rendimientos agrícolas, lo que causa amenazas a la escasez de alimentos. En este punto, tenga en cuenta que Rusia también es un poder agrícola, que mantiene las dependencias de cereales como una palanca de gran influencia. Este es particularmente el caso de Egipto, mientras que el país se toma en el vicio entre el crecimiento de la población, las tensiones políticas y los episodios de sequía en el delta del Nilo.
Esta resiliencia ecológica no se puede pensar solo en la escala global: debe ser dirigida y contextualizada. Los riesgos ambientales incluyen el calentamiento global, pero también el colapso de la biodiversidad, la acidificación de océanos o tensiones alrededor de los usos del suelo. Estos riesgos varían según los territorios, que requieren herramientas para caracterizarlos e intervenir localmente, integrando sus dimensiones económicas, sociales y políticas. Los Alpes, Territorios de Forcer Cross, en particular, ilustran estos desafíos. Si bien forman un espacio industrial estratégico en sectores clave como los semiconductores, los conflictos de usos vinculados a la tierra y el agua se exacerban bajo el efecto de los cambios ambientales.
Flujo seguro e infraestructura
En segundo lugar, involucrar una acción consistente con los objetivos ecológicos también es intervenir a favor de la autonomía estratégica. Estos incluyen considerar la obtención de flujos e infraestructura en los que dependemos, porque muchos siguen siendo vulnerables. Si bien a menudo se menciona la soberanía, dejamos que nuestras dependencias de energía y materiales los anclen de forma permanente. Las intervenciones para reducirlos podrían, al mismo tiempo, reducir nuestra huella ecológica. El aislamiento térmico de los edificios se había presentado como una palanca estratégica para reducir nuestras importaciones de gas ruso: es una cuestión de ir más allá en esta perspectiva y considerar la transformación ecológica como una bandeja central de estrategias de seguridad.
Tome el ejemplo de la competitividad y la seguridad de las cadenas de suministro. Europa no tiene suficientes recursos naturales para mantener un alto nivel de extracción a escala regional. Por lo tanto, la economía europea depende de los flujos críticos de importación para su aparato industrial, en los armamentos, pero también en las energías médicas y renovables. Para garantizar la autonomía estratégica del continente, la reindustrialización, la soberanía de la energía y el mantenimiento del nivel de vida no pueden previstamente sin una trayectoria grave de sobriedad y reutilización de recursos.
Para un Consejo de Seguridad Ecológica
En tercer lugar, la implementación de políticas ecológicas estratégicas hace que sea esencial fortalecer las herramientas de coordinación de varios años, para anticipar las vulnerabilidades y implementar acciones efectivas. Un Consejo de Seguridad Ecológica podría cumplir esta misión con el mandato de identificar vulnerabilidades ambientales, anticipar los riesgos asociados y proponer recomendaciones. También podría desempeñar un papel de planificador en la obtención y diversificación de cadenas de suministro críticas, la coordinación fortalecida de las estrategias de resiliencia territorial o la movilización de fondos europeos dedicados a la adaptación de la infraestructura.
En los últimos meses, varios contratiempos legislativos, la propuesta de la ley de duplomb y el proyecto de ley para simplificar la vida económica es la última, han ayudado a desentrañar las medidas ecológicas. Estas pautas van en contra del pragmatismo que requiere la situación. Frente a choques climáticos cada vez más frecuentes, que cuestionan las condiciones de habitabilidad de nuestros territorios, la planificación ecológica de los territorios ya no puede ser relegada al fondo. Debe convertirse en una columna vertebral estratégica: democrático, estructurado, anticipado, contextualizado. Es en esta condición que Europa pueda proyectarse como un poder ecológico.
Expreso orgánico
Hugo de Assenza-David es politólogo, estudiante de doctorado en el Centro Internacional de Investigación (CERI), maestro de Sciences-Po.
Este artículo es un foro, escrito por un autor fuera del periódico y cuyo punto de vista no involucra al personal editorial.