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La singularidad y la intensidad de las crisis modernas contrastan con la falta de voluntad colectiva de los Estados y la incapacidad de los órganos de gobernanza global para abordarlas.
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La “comunidad internacional”, referencia clásica en el debate público y el discurso político, es, sin embargo, una noción equívoca y ambivalente. Se refiere a la existencia de un “colectivo de Estados” capaz de asegurar la regulación de las relaciones internacionales y/o de una “opinión pública mundial” capaz de expresar una voluntad común. Más allá de la ambigüedad de su significado, es la realidad o la existencia misma de tal “comunidad internacional” lo que plantea interrogantes.
Porque los conflictos en Ucrania y especialmente en Medio Oriente no sólo revelan fracturas geopolíticas contemporáneas, sino que el principio mismo de solidaridad internacional y de interés común está retrocediendo. Ha llegado el momento del egoísmo nacional y de estrategias individuales, incluso frente a los desafíos globales. En este sentido, la reelección de Donald Trump a la Casa Blanca es más que un símbolo. Precedió a la apertura de la COP29 y al fracaso anunciado de su objetivo: la financiación de 1.000 millones de dólares al año en ayuda climática para los países en desarrollo.
Crisis del multilateralismo en un mundo multipolar
Nuestro mundo multipolar está experimentando (paradójicamente) una crisis de multilateralismo. Por un lado, la trágica parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU ante los conflictos armados que afectan a Oriente Medio, Ucrania y Sudán alimenta la inseguridad internacional. Por otro lado, la gobernanza global resulta ficticia frente a los desafíos sistémicos que representan el calentamiento global, la transición energética, las desigualdades crecientes y destructivas o incluso los excesos del capitalismo financiero. La singularidad y la intensidad de las crisis modernas contrastan con la falta de voluntad colectiva de los Estados y la incapacidad de los órganos de gobernanza global para abordarlas. El caso de la lucha contra el cambio climático es significativo.
El caso de las Conferencias de las Partes
La década de 1990 estuvo marcada por la creación de instrumentos de gobernanza global vinculados a la inclusión del cambio climático en la agenda internacional. La Conferencia de las Partes (COP) se estableció con la adopción de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, firmada en 1992 (y que entró en vigor el 21 de marzo de 1994). Más de treinta años después, las COP son objeto de críticas que relativizan su interés respecto de las conferencias internacionales tradicionales: este tipo de proceso de negociación resulta demasiado laborioso, engorroso y lento. Además de los intereses divergentes de las partes interesadas, esto se explica por la ausencia de un mecanismo de votación y la aplicación de la regla del consenso.
Si las negociaciones durante estas Conferencias Anuales son cajas de resonancia para los debates relacionados con el calentamiento global, el marco ofrecido parece inadecuado en lo que respecta a las causas sistémicas (vinculadas al modelo de desarrollo capitalista) del fenómeno. Por lo tanto, es necesaria una mayor participación de las organizaciones e instituciones económicas internacionales (incluidos los marcos informales como el G7 y el G20) para una buena gobernanza de la cuestión climática.
Este “estado del mundo” revela el advenimiento de un mundo fragmentado y desequilibrado, marcado por el borrado de cualquier narrativa universal y por la devaluación de la idea misma de universalismo. El derecho internacional sufre. Los enfoques individuales, diferenciados, sectoriales y transaccionales prevalecen sobre las visiones sistémicas. Como si la conciencia de pertenecer a un mismo mundo estuviera decayendo, precisamente en el momento en que la existencia de un interés común es particularmente manifiesta y concreta. Detrás de esta paradoja se esconde una pregunta fundamental: ¿podemos fundar un orden internacional sin enfrentar desafíos globales de naturaleza existencial?