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Mientras se reanudan los debates presupuestarios, el economista Gilles Raveaud recuerda que la caída del gasto público va acompañada de efectos perversos: caída del PIB y aumento de la deuda. Para escapar de este círculo vicioso, recomienda aumentar los impuestos sobre la riqueza.
Este artículo es una columna, escrita por un autor ajeno al periódico y cuyo punto de vista no compromete a la redacción.
¿Está Francia en la situación de Grecia en 2008, cuando, tras la crisis financiera desatada en los Estados Unidos, y debido a la falta de solidaridad europea, este país tuvo que aplicar una terrible política de austeridad? Por supuesto que no.
Pero eso no impide que nos resulte válida la lección de las políticas de austeridad implementadas en este país: lo más difícil es no reducir el gasto público. Esto significa hacerlo sin aumentar la relación deuda pública/PIB.
El Estado griego ha aplicado una terrible política de austeridad: fuertes reducciones de los salarios de los funcionarios públicos y del salario mínimo, recortes en la atención sanitaria. Las consecuencias son una explosión de la pobreza, la salida masiva de jóvenes educados y suicidios.
Entre 2009 y 2012, el PIB griego cayó una cuarta parte. Resultado: la relación deuda pública/PIB, lejos de disminuir, como predijo la UE, se ha disparado. Luego pasó del 110% en 2008 al 160% en 2012. ¡La caída del gasto público hizo que la deuda se disparara! Para qué ?
Menos gasto público significa menos ingresos privados
Cuando el Estado o la Seguridad Social gasta dinero, siempre es en beneficio de una persona o de una empresa. Contratación de funcionarios, construcción de una piscina, “créditos fiscales para la investigación”… Todas estas medidas alimentan las cuentas bancarias de particulares, familias, asociaciones y empresas.
Y así, cuando el gasto público disminuye, los ingresos de estas personas caen. Compran menos, invierten menos. Resultado: el PIB cae. Y, por lo tanto, la reducción del gasto público bien puede hacer subir la relación deuda pública/PIB.
Si se decidieron estas políticas de austeridad fue por un grave error conceptual cometido en su momento por expertos del Banco Central Europeo, la UE y el FMI. Creían que, siendo el Estado griego por definición demasiado grande, como cualquier Estado, cualquier reducción por su parte beneficiaría a la economía privada del país.
Fue mérito de Olivier Blanchard, entonces economista jefe del FMI, ex profesor del MIT, estrella de la macroeconomía mundial, reconocer, en 2013, que, según sus palabras, los pronosticadores del FMI habían “subestimó significativamente la caída de la demanda interna asociada con la consolidación fiscal”.
Sí, existe efectivamente lo que los economistas llaman un “efecto multiplicador” a la caída del gasto público sobre el PIB. En este caso, cuanto menos gasta el Estado, más se desploma la economía, y por tanto… ¡más se amplía el déficit! Desde entonces, la Unión Europea se ha convertido en el ejemplo a no seguir, citado en todos los cursos de macroeconomía del mundo.
Austeridad en Europa: ¿temporada 2 pronto?
En febrero de 2022, Bruno Le Maire, entonces ministro de Economía, pronunció un discurso ante la Comisión de Finanzas del Senado, mientras Francia presidía el Consejo de la Unión Europea. Dirigiéndose indirectamente a sus colegas europeos, les recuerda que las políticas de austeridad han provocado “la explosión de la deuda de la eurozona, que pasó del 66% del PIB en 2007 a más del 90% en 2012”.
¿Nos damos cuenta de la locura de esto? ¡En sólo cinco años, la deuda pública de la zona del euro ha aumentado en más de un billón de euros! Para qué ? Porque, lo repite Bruno Le Maire, “Cuando se elige la austeridad, los primeros gastos en los que decidimos (son) Siempre gasto de inversión en innovación, investigación, educación, educación superior, aquellos que garantizan el futuro de un país”..
Entonces sabemos qué no hacer. ¿Pero qué debemos hacer? Lo que buscamos es una medida que mejore la situación de las finanzas públicas, sin penalizar la economía. ¿Existe tal impuesto mágico? Afortunadamente, sí.
Activos muy elevados frente al PIB
Se trata de impuestos sobre el patrimonio. De hecho, la riqueza (apartamentos, acciones, inversiones financieras) no forma parte del PIB, que sólo mide las nuevas creaciones de riqueza que se producen cada año.
Sin embargo, los activos están muy concentrados en Francia: sólo el 10% de las familias poseen más de la mitad (exactamente el 55%). La situación es tan grave que, en su libro de 2013, “El capital en el siglo XXImi siglo” (Umbral), Thomas Piketty advirtió del riesgo de que toda meritocracia desaparezca en nuestro país, bajo el peso de los legados.
Además, estos activos alimentan los precios inmobiliarios, que impiden a los trabajadores aceptar empleos debido a la falta de viviendas cercanas, y que pesan mucho sobre la capacidad de consumo de todos. Por tanto, penalizan la actividad.
Así que, impongamos impuestos y mataremos tres pájaros de un tiro: más ingresos públicos; más justicia social; y, con suerte, una caída en el precio astronómico de la vivienda, que los muy ricos habrán tenido que revender para pagar nuestro nuevo y agradable impuesto.
Hoy ayuda a una persona rica.
Y lo bueno es que los ricos lo piden ellos mismos. Leemos en “les Echos” el 9 de enero, una columna, firmada por un centenar de empresarios, pedía un aumento de los impuestos sobre el 1% más rico de los activos.
Observando que los más afortunados “escapar masivamente” al actual impuesto a las transmisiones, piden su reforma, para poder “generar más de 400 mil millones de euros en ingresos durante el período 2025-2040”. Se trata de una propuesta sencilla que nuestros diputados pueden aceptar.
Finalmente, su texto nos recuerda que, como empresarios exitosos, si “cro(iente) obviamente trabajo duro y atrevido”también reconocen que «suerte»así como “determinismo social” tener “Jugó un papel clave” en su éxito. Un recordatorio bienvenido en estos tiempos.
Aprovechemos, pues, esta oportunidad para encontrar un poco de esperanza y de razón en los difíciles debates en curso para la aprobación de nuestro presupuesto estatal.