Descifrado
El líder depuesto, en el poder durante casi veinticinco años, estaba rodeado sólo por su familia y unos pocos amigos cercanos. Desde su esposa Asma, la mujer más poderosa de Damasco, hasta su hermano Maher, el hombre detrás de Irán y el tráfico de drogas, todos se quedaron con él.
La historia dejará constancia de que huyó de su país. El 8 de diciembre, Bashar al-Assad voló a Moscú desde una de las bases militares rusas en la región de Latakia, en la costa occidental, cuna de la dinastía en el poder desde hace medio siglo y de la minoría alauita de la que procede. El régimen del “Carnicero de Damasco”, que reinó en Siria después de su padre durante casi veinticinco años (trece de ellos de guerra) se está derrumbando, mientras la coalición de rebeldes acaba de regresar a la capital. En un comunicado de prensa publicado el 16 de diciembre, el presidente depuesto afirma haber tenido que cumplir con las“evacuación inmediata” ordenado por las autoridades rusas, de lo contrario no habría abandonado el territorio sirio, de ahora en adelante “en manos de terroristas”. Un vuelo apresurado a Moscú donde él y su gente obtuvieron “el asilo (…) sobre la base de consideraciones humanitarias”. Servicio mínimo para el Kremlin, que, enredado en un conflicto interminable en Ucrania, ya no tenía medios para salvar al que llevaba años a distancia.
Bashar al-Assad ya no existe. Y, con él, también cae todo su clan. Con el paso de los años, el dictador se había encerrado en sí mismo, rodeado únicamente de su familia o amigos muy cercanos. Un núcleo duro y despiadado, que se tragó al país, sofocó toda disidencia y desvió la guerra civil hacia su ganancia. “En este tipo de régimen, el poder está en los dedos de una mano. Esta es también una de las razones que explica por qué colapsó rápidamente…