Crítico En su último trabajo “Amar la Tierra. Deshacer el asentamiento colonial”, el investigador Malcolm Ferdinand reconstruye el asunto de la clordecona, difundida en las Indias Occidentales aunque se sabía que era tóxica. Una lección magistral.
Es raro, en el campo de las ciencias sociales, encontrarse con una obra que sea a la vez vanguardista y completa con una historia única capaz de arrojar luz sobre cuestiones universales en esta medida. Este es el caso de este libro. A sus 38 años, su autor, Malcom Ferdinand, es una de las principales figuras del“ecología decolonial”un área particularmente creativa del pensamiento ecológico contemporáneo. En “S’aimer la Terre”, estrenada a principios de octubre en Seuil, cuenta con aliento lo que parece una verdadera tragedia. Unidad de lugar: las plantaciones bananeras de Guadalupe y Martinica. Unidad de tiempo: fue entre 1972 y 1993 cuando se utilizó masivamente la clordecona, un período de tiempo corto en la escala de la contaminación ambiental. Unidad de acción: al contaminar suelos y personas, este pesticida, conocido por su toxicidad, actuó como revelador de la dominación colonial; literalmente, envenenó a la sociedad antillana.
¿Cómo puede una molécula simple causar tal efecto? En casi 600 páginas, Malcom Ferdinand lleva a cabo una meticulosa investigación sobre esta extraordinaria contaminación. Directa como una flecha, su historia atraviesa todas las dimensiones del asunto: los errores de la ciencia occidental; la culpa de la industria de los pesticidas, a la que llama “química de los maestros” ; la locura de un sistema agrario dominado por plantaciones blancas; el pasado es…
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