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Desde los reveses del Hezbolá libanés hasta la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad, la debacle de los aliados regionales de Teherán está cambiando el mapa geopolítico de Oriente Medio. ¿Qué hará el 47º presidente de los Estados Unidos, que asumirá el cargo el 20 de enero?
En última instancia, será Irán, más que Ucrania, quien planteará a Donald Trump su primer dilema en política exterior cuando asuma el cargo en la Casa Blanca el 20 de enero de 2025. La razón es simple: el colapso sorpresa del régimen sirio, del que Teherán fue el padrino, cambia el mapa geopolítico de Oriente Medio y obliga a todos los actores a revisar su estrategia. Irán ya ocupaba un lugar muy alto en las prioridades de la futura administración estadounidense, después de los golpes sufridos por su “representante” Hezbolá en el Líbano; ahora está en la cima de la pila de archivos que esperan a Trump en la Oficina Oval (es una imagen, a Trump no le gusta leer archivos).
La ecuación iraní hoy es radicalmente diferente… y preocupante. La inversión masiva de Teherán en su estrategia regional, la del «eje de resistencia» que va desde los hutíes en Yemen hasta Hamás en la Franja de Gaza, pasando por las milicias chiítas iraquíes, el régimen de Bashar al-Assad en Siria y, por supuesto, la El Hezbolá libanés colapsó un año después de la confrontación con Israel. La caída del régimen sirio es un efecto…