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Las consecuencias del cambio climático, cada vez más frecuentes y destructivas, deben anticiparse y combatirse con la misma determinación que los demás peligros que pesan sobre nuestro país.
Este artículo es una columna, escrita por un autor ajeno al periódico y cuyo punto de vista no compromete a la redacción.
Pocas veces Francia ha experimentado tal inestabilidad política. La moción de censura aprobada la semana pasada, que provocó la caída del Primer Ministro y de su gobierno, es una clara manifestación de ello. En este contexto de fragilidad institucional y tensiones crecientes, la necesidad de seguridad, tanto políticamente como en la vida cotidiana de los ciudadanos, es fundamental. Es imperativo volver a lo que hace fuerte a nuestra República: un Estado poderoso y estable, que protege a sus ciudadanos frente a los peligros. Las misiones soberanas tradicionales (seguridad interna, defensa, justicia, diplomacia) son la base de nuestra soberanía.
Pero un Estado moderno debe adaptarse a las amenazas cambiantes. La crisis ecológica se ha convertido en una. La adaptación al cambio climático ya no debería verse como una política sectorial u opcional. Va al corazón de lo que constituye la razón de existencia del Estado: garantizar la seguridad de los ciudadanos. Debe convertirse en una misión soberana, al igual que la defensa nacional o la seguridad pública.
Como presidente de la Comisión de Desarrollo Sostenible y Planificación Regional de la Asamblea Nacional, trabajo a diario con diputados comprometidos que, como yo, tienen como prioridad la protección de los franceses. Todos los días escuchamos a los preocupados residentes de nuestras circunscripciones expresar su sentimiento de inseguridad.
Resiliencia colectiva
Los incendios forestales, las inundaciones mortales, las olas de calor y las tormentas violentas son flagelos que azotan nuestros territorios de forma indiscriminada. Ningún francés, ya sea que viva en un pueblo remoto, en el corazón de una metrópoli o cerca de la costa, está a salvo. La crisis climática trasciende las fronteras geográficas, sociales y políticas. No perdona a nadie, amenaza propiedades, territorios y vidas. Sus consecuencias, cada vez más frecuentes y destructivas, deben anticiparse y combatirse con la misma determinación que los demás peligros que pesan sobre nuestro país.
Esta responsabilidad requiere que el Estado actúe con importantes recursos humanos y financieros. Si bien el presupuesto para 2025 aún está en debate, es imperativo asignar los recursos necesarios para esta transformación. Centrarse en la adaptación significa invertir en diques sólidos, en bosques resilientes y en sistemas de alerta eficaces. También significa apoyar a las autoridades locales, en primera línea ante los desastres, para que puedan actuar con eficacia.
Hacer de la adaptación climática una misión soberana significa reinventar la acción pública, fortalecer su estabilidad y tener la ambición de establecer la protección de los franceses frente al cambio climático como una de las prioridades nacionales. Significa garantizar la resiliencia colectiva, esencial para nuestro futuro común.
EXPRESO ORGÁNICO
Sandrine Le Feur Es miembro del Parlamento por Finistère y presidente del Comité de Desarrollo Sostenible y Planificación Regional.